lunes, 17 de octubre de 2022

“En rehabilitación, el problema no es que no tengamos dinero, sino que no tenemos la iniciativa”

 


El cambio climático es ya una realidad. Y este verano lo hemos sufrido con fuerza. 

Para conocer sus consecuencias, quién mejor para hablarlo que con Elvira Carles, directora de la Fundación Empresa y Clima, que ha participado en 14 COPs (Cumbres sobre el Cambio Climático), que organiza cada año la ONU y a las que asisten más de 190 países por ser el evento donde se decide el futuro de la lucha contra la emergencia climática. Carles ha asistido a 12 de estas COPs en calidad de Observadora de Naciones Unidas.

Tras un verano como el que acabamos de vivir y viendo las previsiones de meteorólogos y expertos, ¿Cuál es el panorama que se nos presenta en los años sucesivos? ¿Estas olas de calor tan fuertes y seguidas son una excepción o serán la tónica a la que tendremos que acostumbrarnos?

Europa ha entrado en una era de fenómenos meteorológicos extremos y, superar el límite de 1,5 ºC depararía un mayor incremento del calor extremo, las lluvias torren­ciales y la probabilidad de sequías, algo que tendrá un efecto directo sobre la producción de alimentos, sobre todo en zonas sensibles como el Mediterráneo.

Asimismo, la tropicalización de los océanos conlleva un mayor índice de evaporación y, por tanto, un aumento de la nubosidad, lo que facilita la formación de fuertes tormentas y otros fenómenos meteorológicos. Además de las heladas, las olas de frío y de calor o las sequías e inundaciones son algunas de las variables que seguirán aumentado su frecuencia y voracidad en los últimos tiempos.

Se están intensificando los fenómenos meteorológicos extremos y va a aumentar el riesgo de las inundaciones súbitas en el Medi­terráneo por los vientos más húmedos y por un mar más caliente, con más olas de calor o más veranos calurosos con noches tórridas y un aumento de las precipitaciones de carácter torrencial.

Una de las labores de la Fundación que usted dirige es la de concienciación. ¿Qué les diría a las personas que creen que una subida de temperatura de dos o tres grados no puede afectarnos tanto?

Decir que un par de grados o tres no es para tanto, es negar la realidad. Quizás no lo es tanto para un día de primavera, pero cuando hablamos de temperaturas globales, 2 grados suponen un auténtico desafío.

Desde finales del siglo XIX, la temperatura media de la Tierra ha aumentado 1,2 grados centígrados. Esto es síntoma del impacto de las actividades humanas en nuestro planeta, y las consecuencias son evidentes: sequías más acusadas, olas de calor más acentuadas, lluvias más intensas y peor distribuidas en el tiempo, inundaciones, huracanes cada vez más violentos, el calentamiento de los mares y la muerte de los arrecifes de coral, el derretimiento de los glaciares...

Pensemos que la diferencia entre cero y un grado centígrado es la diferencia entre el hielo y el agua. Un aumento de 2 grados en las temperaturas globales nos pondrá realmente contra las cuerdas.

¿Debemos hacer un cambio en nuestro modo de vida?

Adoptar nuevos hábitos para combatir la emergencia climática no es fácil, y, además, las acciones individuales deben ir acompañadas de políticas climáticas para limitar el aumento de las emisiones.

Los cambios que han de producirse en el sistema energético para lograr la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero no serán suficientes si no van acompañados de un cambio en el sistema social. Es necesario modificar cómo trabajamos, cómo viajamos e incluso cómo nos alimentamos.

Pero, además de seguir una dieta baja en carbono, sin duda, es en los modos de transporte y de movilidad donde los cambios deben producirse antes.

¿Estamos todavía a tiempo de combatir este cambio de tendencia en el clima?

Aún se puede combatir la emergencia climática. El lado positivo es que no todos los impactos más extremos son inevitables. Con una acción rápida, podemos limitar su frecuencia y gravedad y ayudar a las personas y los ecosistemas a adaptarse a algunos impactos.

Sobra decir que el sector empresarial tiene un papel fundamental en esta tarea.

Y algunas acciones que pueden llevar a cabo en este aspecto son:
  • Reducir su impacto en el planeta a través del establecimiento de objetivos de reducción de emisiones de CO2 basados en la ciencia.
  • Sustituir las fuentes de energía por energía limpia y renovable.
  • Pasar del modelo lineal a un modelo económico circular.
  • Elaborar planes de ecoeficiencia y movilidad sostenible.

¿Cómo pueden los edificios combatir el cambio climático?

En términos generales, existen dos tipos de estrategias cuando trabajamos con edificaciones: las de mitigación y las de adaptación.

Las estrategias de mitigación se centran en promover el ahorro energético, mientras que las estrategias de adaptación están estrictamente relacionadas con el contexto especifico en el cual se ubican los edificios.

Podemos decir que los edificios en sí mismos son responsables del 36% de las emisiones GEI a nivel mundial, y aproximadamente, son los consumidores de un porcentaje similar de energía. La acción en este aspecto debe ser combinada y actuando en el adecuado orden, siendo lo primero reducir las necesidades de energía y -una vez optimizadas éstas- disponer de un suministro energético mayoritariamente renovable.

Los fondos europeos para la rehabilitación de edificios, una de las fórmulas más eficaces para luchar contra la emergencia climática, no acaban de materializarse. Entre sus asociados hay varias empresas de este sector. ¿Qué perspectivas manejan sobre el despegue de reformas y rehabilitaciones que transformen nuestro parque edificado?

Los fondos europeos, a efectos prácticos, tienen dos fases. La fase en la que debemos movilizar la demanda, y la fase de ejecución.

La fase de movilizar la demanda finaliza en diciembre de 2023, mientras que la fase de ejecución de los trabajos puede llevarse a cabo hasta finales del 2025, por lo que, habrá una reserva de actividad asegurada hasta 2026.

Podemos decir que tenemos la tormenta perfecta para acelerar este tipo de mercado y sector, pero somos incapaces de soltar lastre y seguimos sin despegar. El problema no es que no tengamos dinero, sino que no tenemos la iniciativa. Que tras una pandemia que ha puesto de manifiesto las carencias de nuestros hogares, ahora le sumemos el desbocado incremento de la energía que nos llevará a tener que decidir entre falta de confort o pagar las facturas, nos dice muy poco de cómo está sensibilizado el usuario final.

¿Qué le piden, en este sentido, a las administraciones?

Las principales variables que más preocupan al sector son el incremento del precio de las materias primas y materiales de construcción, la paralización de la obra pública y de muchas promociones inmobiliarias ya proyectadas y la reducción en la creación de puestos de trabajo y en la actividad económica.

El comprador está viendo que es buen momento para comprar una vivienda, pero el sector demanda una reducción de impuestos para que los empresarios puedan seguir generando prosperidad y esperanza al sector.

Sería suficiente con que las Administraciones asumiesen un rol de liderazgo en aspectos comunicativos. La concienciación y explicar los mecanismos de ayuda existentes no puede ser sólo responsabilidad del ámbito privado, pues se genera desconfianza. Si, además, rehabilitasen también sus edificios y los pusiesen como ejemplo de lo que se puede conseguir, ayudaría en la toma de decisión de la gente no informada.

¿Cómo deben ser estas rehabilitaciones para que los edificios no solo ahorren energía, sino que además sean eficientes, sostenibles, seguros y saludables?

La rehabilitación energética de una vivienda es una de las mejores decisiones que se pueden tomar, ya que además de ahorrar dinero estamos contribuyendo a frenar la emergencia climática. Se trata de mejorar la seguridad tanto de las estructuras como su resistencia mecánica pero también de trabajar sobre los aislamientos térmicos y acústicos sin olvidar reforzar los sistemas contra el agua y la humedad.

Además de más saludables los edificios rehabilitados energéticamente no deben verse como un gasto sino más bien como una inversión ya que ayudan a revalorizar nuestra vivienda. Además de que, al introducir este tipo de medidas estamos reduciendo el impacto medioambiental.

Una rehabilitación de este tipo es aquella que pone el foco en la reducción de la demanda energética y en que su energía sea de proximidad y renovable. Respecto a su sostenibilidad, además de lo anterior debemos procurar también que los materiales usados sean reciclables o con un porcentaje de material reciclado importante en su contenido. Siempre debemos tener en mente el criterio de “no empeoramiento”, y especialmente cuando hablamos de temas como la acústica o la seguridad contra incendios.

Respecto a que sean saludables, los aspectos anteriores ya los convierten en ello (confort térmico y acústico, además de seguridad) pero a fecha de hoy, en espacios cerrados gana fuerza el uso de materiales libres de componentes orgánicos volátiles. En resumen, el uso de productos como la lana mineral, ofrece todas y cada una de estas prestaciones ineludibles.

Cuando hablamos de edificios rehabilitados con medidas activas y pasivas, como el aislamiento, automáticamente pensamos en edificios preparados para dejar el frío fuera de casa. Sin embargo, la pobreza energética es también muy perjudicial frente a las altas temperaturas como apuntan las altas cifras de mortalidad por esta causa en los últimos meses.

Estos últimos meses el concepto de pobreza energética de verano ha ganado fuerza. La emergencia climática nos está llevando a temperaturas extremas por encima de las medias habituales, y la protección que nos ofrecían nuestros hogares se ha mostrado ineficiente ante ello.

El aislamiento es el método más eficaz y coste-eficiente para conseguir que las temperaturas en el interior de la vivienda se mantengan en valores constantes, y con ello que los costes energéticos a asumir para estar en condiciones de confort y salud sean los adecuados.

Por otro lado, no olvidemos que la pobreza energética no es sólo no poder pagar las facturas de la climatización.

Por gentileza de: idealista
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